Hay algunas cosas que me resultan inseparables: los huevos pericos y el plátano verde, las tardes y el café, los viajes y los libros. He tenido la suerte de viajar sola –tal vez en exceso– y, debo decir, es un tipo de turismo que me apasiona. La soledad en medio de las calles desconocidas y las lenguas ininteligibles tienen la capacidad de ponerme la vida en perspectiva y facilitarme el contacto social que, para un cusumbosolo como yo, es todo un logro. Siempre habrá alguien que se aproxime a ti –a veces con curiosidad y otras con un dejo de lástima– o te verás en la ineludible necesidad de acercarte a alguien, aunque solo sea para una indicación.
Aquellos que, como yo, son hinchas del turismo solitario, entenderán la lógica de mi conjetura inicial: no se viaja sin un libro. Las tardes, luego de las largas caminatas entre monumentos y recorridos de museos, siempre terminan igual: con un café en la mesa y un libro en las manos. Y los días junto al mar encovada en una hamaca no son lo mismo si, entre siesta y siesta, no se leen unas cuantas páginas.
Por eso, siendo este un blog de viajes, escribí este texto para darles mis recomendaciones en lo que se refiere a la otra forma de viajar: la literatura. Y, como el vino, ciertos libros van con ciertos viajes… es pura cuestión de maridaje.
Argentina · El núcleo del disturbio
Buenos Aires tiene la multiplicidad suficiente para, de a ratos, parecer muchas ciudades en una. Así me resulta Samanta Schweblin en este libro: mil escritoras atrapadas en el cuerpo de esta mujer que es tan compleja como su apellido. Cada texto es un viaje distinto, cada narrador una voz nueva. Cercano a la esquizofrenia literaria, esta recopilación de cuentos te paseará por todos los estados, tanto como la gran ciudad natal de su creadora.
Chile · De amor y de sombra
A los países –como a los humanos– los hace su historia. Sus edificaciones, sus calles y sus platos típicos no son más que cicatrices que cuentan el apasionante relato de su existencia. Este libro es una inmensa cicatriz. Escrita por Isabel Allende durante su exilio en Venezuela, esta novela pinta un paisaje de muertes, corrupción y crisis enmarcado en la dictadura de Augusto Pinochet, mientras que, con dulces pinceladas, narra la valiente y emotiva historia de amor entre Irene y Francisco.
Cuba · El acoso
Mucho tiempo antes de si quiera pensar en visitar Cuba, tuve la fortuna de leer a Carpentier. Su estilo barroco, aunque apasionante, me pareció excesivo y por momentos –como supongo que era su intención– no encontraba la salida de aquella intrínseca maraña de descripciones. Sin embargo, el año pasado estuve en este inquietante país y tuve una revelación: Cuba, como un cuadro barroco, solo te permite experimentar su vida en la oscuridad de sus rincones, solo te muestra su inagotable belleza en la más íntima proximidad y solo cobra sentido en la lejanía. El acoso es Cuba, su historia, sus monumentos, su grito y su baile.
México · Diablo Guardían
Este país tiene una infinidad de autores que tal vez serían más apropiados para escuchar la voz del México tradicional entretejido en sus calles pero, en mi viaje reciente al Defe, descubrí este texto de Xavier Velazco, premio Alfaguara 2003, y me pareció asombroso. Frenético y polifacético como la capital, te envuelve en la voz de su protagonista, Violetta, para sacudirte en un viaje de drogas, sexo y roncanrol. Un libro inquietante, para una ciudad que no te dejará dormir.
Perú · Travesuras de la niña mala
Quisiera decir un nombre distinto y no puedo: Vargas Llosa. Tal vez es una debilidad romántica, pero este libro y su voz profunda, fría y cadenciosa son perfectas para leer sobre los acantilados de la capital frente al mar limeño de similar temperamento. La niña te seducirá en un viaje de desencuentros alrededor del mundo, en una historia de amor que solo podía ser concebida en esta sentimental y lúgubre ciudad.
Colombia · Los ejércitos o Cien años de soledad
Nuestro país ha sido la cuna de grandes artistas, músicos y escritores. Así que escoger un libro que acompañe la complejidad de nuestra cultura me ha resultado increíblemente difícil. Tal vez es porque, siendo colombiana, conozco la inmensa distancia que hay entre el fervor del Caribe y la paz de Los Andes y cómo este innegable contraste alimenta la fragmentada identidad colombiana. Somos el país en el que el realismo mágico, la cumbia y <<la felicidad>>, deben convivir con los falsos positivos, el estruendo de la guerra y la contaminación del Río Bogotá.
Así que, si alguno decide pasearse por la plural Colombia, aquí hay dos voces tan vigorosas y disímiles como su geografía. Los ejércitos, de Evelio Rosero, narra el tránsito entre la quietud del olvido y el clamor de la batalla de una pequeña población abandonada en medio de la selva. Cien años de soledad, la obra literaria más importante de nuestro país, cuenta la historia de la familia Buendía plasmando, con incómoda franqueza, la idiosincrasia de nuestra gente.
***
Quisiera hablar de tantos otros como Juan Rulfo, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Tomás González, Fernando Vallejo, Leonardo Padura o Julio Cortázar, pero me propuse hacer una lista breve y diversa. Sin embargo, sepan que estas son solo algunas de las numerosas opciones atiborradas en las librerías y que, aunque no estén en esta breve enumeración, las letras de otros autores latinoaméricanos –clásicos y contemporáneos– continúan estremeciendo al mundo.
Aquellos que, como yo, son hinchas del turismo solitario, entenderán la lógica de mi conjetura inicial: no se viaja sin un libro. Las tardes, luego de las largas caminatas entre monumentos y recorridos de museos, siempre terminan igual: con un café en la mesa y un libro en las manos. Y los días junto al mar encovada en una hamaca no son lo mismo si, entre siesta y siesta, no se leen unas cuantas páginas.
Por eso, siendo este un blog de viajes, escribí este texto para darles mis recomendaciones en lo que se refiere a la otra forma de viajar: la literatura. Y, como el vino, ciertos libros van con ciertos viajes… es pura cuestión de maridaje.
Argentina · El núcleo del disturbio
Buenos Aires tiene la multiplicidad suficiente para, de a ratos, parecer muchas ciudades en una. Así me resulta Samanta Schweblin en este libro: mil escritoras atrapadas en el cuerpo de esta mujer que es tan compleja como su apellido. Cada texto es un viaje distinto, cada narrador una voz nueva. Cercano a la esquizofrenia literaria, esta recopilación de cuentos te paseará por todos los estados, tanto como la gran ciudad natal de su creadora.
Chile · De amor y de sombra
A los países –como a los humanos– los hace su historia. Sus edificaciones, sus calles y sus platos típicos no son más que cicatrices que cuentan el apasionante relato de su existencia. Este libro es una inmensa cicatriz. Escrita por Isabel Allende durante su exilio en Venezuela, esta novela pinta un paisaje de muertes, corrupción y crisis enmarcado en la dictadura de Augusto Pinochet, mientras que, con dulces pinceladas, narra la valiente y emotiva historia de amor entre Irene y Francisco.
Cuba · El acoso
Mucho tiempo antes de si quiera pensar en visitar Cuba, tuve la fortuna de leer a Carpentier. Su estilo barroco, aunque apasionante, me pareció excesivo y por momentos –como supongo que era su intención– no encontraba la salida de aquella intrínseca maraña de descripciones. Sin embargo, el año pasado estuve en este inquietante país y tuve una revelación: Cuba, como un cuadro barroco, solo te permite experimentar su vida en la oscuridad de sus rincones, solo te muestra su inagotable belleza en la más íntima proximidad y solo cobra sentido en la lejanía. El acoso es Cuba, su historia, sus monumentos, su grito y su baile.
México · Diablo Guardían
Este país tiene una infinidad de autores que tal vez serían más apropiados para escuchar la voz del México tradicional entretejido en sus calles pero, en mi viaje reciente al Defe, descubrí este texto de Xavier Velazco, premio Alfaguara 2003, y me pareció asombroso. Frenético y polifacético como la capital, te envuelve en la voz de su protagonista, Violetta, para sacudirte en un viaje de drogas, sexo y roncanrol. Un libro inquietante, para una ciudad que no te dejará dormir.
Perú · Travesuras de la niña mala
Quisiera decir un nombre distinto y no puedo: Vargas Llosa. Tal vez es una debilidad romántica, pero este libro y su voz profunda, fría y cadenciosa son perfectas para leer sobre los acantilados de la capital frente al mar limeño de similar temperamento. La niña te seducirá en un viaje de desencuentros alrededor del mundo, en una historia de amor que solo podía ser concebida en esta sentimental y lúgubre ciudad.
Colombia · Los ejércitos o Cien años de soledad
Nuestro país ha sido la cuna de grandes artistas, músicos y escritores. Así que escoger un libro que acompañe la complejidad de nuestra cultura me ha resultado increíblemente difícil. Tal vez es porque, siendo colombiana, conozco la inmensa distancia que hay entre el fervor del Caribe y la paz de Los Andes y cómo este innegable contraste alimenta la fragmentada identidad colombiana. Somos el país en el que el realismo mágico, la cumbia y <<la felicidad>>, deben convivir con los falsos positivos, el estruendo de la guerra y la contaminación del Río Bogotá.
Así que, si alguno decide pasearse por la plural Colombia, aquí hay dos voces tan vigorosas y disímiles como su geografía. Los ejércitos, de Evelio Rosero, narra el tránsito entre la quietud del olvido y el clamor de la batalla de una pequeña población abandonada en medio de la selva. Cien años de soledad, la obra literaria más importante de nuestro país, cuenta la historia de la familia Buendía plasmando, con incómoda franqueza, la idiosincrasia de nuestra gente.
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Quisiera hablar de tantos otros como Juan Rulfo, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Tomás González, Fernando Vallejo, Leonardo Padura o Julio Cortázar, pero me propuse hacer una lista breve y diversa. Sin embargo, sepan que estas son solo algunas de las numerosas opciones atiborradas en las librerías y que, aunque no estén en esta breve enumeración, las letras de otros autores latinoaméricanos –clásicos y contemporáneos– continúan estremeciendo al mundo.
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